jueves, 31 de enero de 2013

Confesionario en la Villa


Cuestiones sociales y familiares se eslabonan en el caso de una familia que, “bajo tensión enorme”, residía en una villa. Se trataba de una de esas familias que “se reúnen alrededor de madres, pero éstas tampoco ejercen matriarcado, sino que a lo sumo funcionan como hermanas mayores y más sacrificadas”. El abordaje apela a recursos tan viejos pero tan nuevos como el “confesionario”.

* Extractado del libro Desarraigos Villeros, de Sergio Rodríguez y Silvia Sisto (comps.), Ediciones Odisea.  // Por Sergio Rodríguez * - Pagina 12 - 31 de enero 2013


A invitación de un pastor de la Iglesia Evangélica Alemana y de su compañera, colaboro en una de las denominadas villas miseria, trabajando con chicos y familias afectadas por el alcohol, las drogas –particularmente la pasta base de cocaína–, y las tendencias delictivas. El, desde su saber bíblico y de la vida, ya que fue villero. Yo, desde lo que me dieron el psicoanálisis y mi vida, ya que de chico anduve geográfica y amistosamente cerca de pibes en esas condiciones, que por lo demás distan mucho de ser las actuales. Tratamos de buscar caminos menos destructivos, menos auto-destructivos. En ese trabajo, sobre el que intercambiamos informaciones y conjeturas regularmente y hasta interpretamos transferencias y jugadas inconscientes, tratamos de ir encontrando aproximaciones para entender esa desnudez de lo peor del malestar en la cultura.



 Lo primero es la sensación de que no tienen un suelo firme en el que apoyarse. Parecen trapecistas caídos a la red, a los tumbos, tratando de caminar sobre ella. Las familias, en su mayoría con genealogías llenas de agujeros, son campo de enfrentamientos permanentes. Se reúnen alrededor de madres, pero éstas no ejercen matriarcado, sino que a lo sumo funcionan como hermanas mayores y más sacrificadas. Esas familias se salen de sus enfrentamientos sólo para desafiarse con alguna otra familia o grupo adverso, o con “la gorra”, la policía bonaerense. Es una paradoja frecuente que de la misma familia formen parte “gorras”, “transas” (narcos de cuadra, de manzana) y chorros. 


Como ejemplo diverso, sin embargo, está el caso de un muchacho de veintidós años que es de los que más
pelean por no abandonar a sus amigos cuando caen en el “paco”, la pasta base de cocaína. Pertenece a una
familia de más de diez hermanos en la cual todos son hijos del mismo padre, que sigue viviendo con ellos y con la madre. Con ellos vuelven regularmente a la ciudad natal de los padres a visitar a los abuelos que aún viven. El cuenta, contento, cómo los pueblerinos lo saludan afectuosamente, y a veces bromean por su condición de “aporteñado”. La casa de esta familia es una de las más grandes y mejor cuidadas de la villa y es común que allí se reúnan vecinos y familiares a comer asado de hamburguesas y tomar vino o cerveza.
Pero lo más común es que sean familias organizadas en torno de la madre o alguna abuela, porque los hijos son de diferentes padres que ya no están, o no se sabe quiénes fueron. O que sean parejas que se pelean  brutalmente, originando enormes rencores en los hijos. Lo que se está disgregando, sin alternativas a la vista, es la familia como primer generador de los lazos sociales. Y este fenómeno afecta no sólo a los villeros. Con otras formas, se hace presente en las capas medias, y también en los countries. Por lo tanto, no sólo está herido el presente, sino también el  futuro, a causa de los agujeros transgeneracionales que se van produciendo.



En una familia, se advertía una tensión enorme y permanente alrededor de acusaciones mutuas de evitar el
trabajo en la casa, entre las mujeres, y entre los hombres sobre pérdidas de trabajo y, en los que tenían trabajo, faltas. Acordamos con el pastor, que se ocupó en ayudarlos a organizar un esquema de reparto de tareas domésticas y búsquedas laborales. Pero eso no se efectivizaba más allá de dos días. Mientras, yo atendía a solas a los distintos hermanos. Lo hacía en el coche del pastor, estacionado en la puerta de la casa de la familia. Llamaban a esta actividad “ir al confesionario”, no en referencia a los de la Iglesia  Católica, sino por el dispositivo del programa televisivo Gran Hermano.
Advertidos del aumento de la tensión agresiva intrafamiliar, decidimos promover una reunión con todo el grupo. Esta familia no comprende sólo vínculos consanguíneos o de pareja. También forman parte de ella varios jóvenes que, viviendo o no en esa misma casa, se nuclean alrededor de esa madre y esos hermanos y los reconocen con apelativos como “tía”, “abuela”, etcétera.  La reunión empezó con las recriminaciones habituales, concentradas en la única que en ese momento no estaba, la hermana menor, de 14 años. Es la más díscola; la acusan de pequeños latrocinios internos, de no colaborar y estar reclamando siempre. Pretendían que se fuera a vivir con el novio, en cuya casa pasaba la mayor parte del tiempo.  Es cierto que es la más peleadora, incluso físicamente. Lo que no saben es que al 

novio, que está en una carrera técnica universitaria, lo pelea tanto como a ellos. En fin, una pequeña, bella y quejosa histérica, que goza con la insatisfacción de los deseos propios y los de sus amores. La reunión se orientaba en esa dirección. Hice notar que ella presentaba quejas similares contra el resto. Se enfurecieron y empezaron a acusar a la madre de ser la culpable por haberla apañado siempre. Entonces recordé, en silencio, que la jovencita se me había quejado, en el confesionario, de que trabajaba desde los siete años, cuando empezó a ir con los demás a cartonear.  intervino la madre tratando de defenderse y defender-la.


Contó que la piba, cuando tenía seis años, la increpó exigiéndole conocer al padre. Ella la envió, acompañada por su tía –hermana de la mujer– a hablar con él, que vivía a una cuadra y media. El hombre la rechazó argumentando que no tenía constancia de que fuera hija suya. La niña no volvió a intentar acercarse a él. Un año después, en 2001, comenzó a cartonear con los hermanos y la madre. Todos se habían quedado sin trabajo y lo poco que lograban comer era con los pesitos que juntaban vendiendo los desechos que recogían en sus salidas. Imaginemos a esa niña, que había recibido tremenda herida narcisística pocos meses antes, caminando por las calles, escarbando basura sin saber bien por qué pero sintiendo el desconcierto, la rabia y la tristeza de la familia. Fue una suerte que reaccionara histéricamente; otra posibilidad hubiera sido una depresión temprana, vaya a saberse con qué destino.


En la reunión, se fue hablando de los orígenes de cada uno. A la hija mayor, la madre “se la había traído de Entre Ríos”, su lugar natal. ¿Quién había sido el padre? Un amor adolescente, referido por la madre pero nunca nombrado. Nombre tampoco pedido por esta hija, que es la más pegada a su mamá, a quien tiene de ídolo. Los dos siguientes eran hijos del único hombre con el cual convivió y que no reconoció legalmente a ninguno, pero, mientras que uno era protegido por él, el otro era puesto en duda. Ese “padre” se fue; según la señora fue echado, y tuvo otro hijo con otra mujer de la manzana de a la vuelta. Terminó arrojado por policías debajo de un tren; según cuenta el mito, antes lo habían castrado por encamarse con la esposa de uno de ellos. 
Entre los que no son hijos de sangre, uno dice que su padre biológico está lleno de guita pero nunca lo  reconoció.
En cambio, él quiere y reconoce a quien siempre convivió con su madre y lo adoptó. Pero el padre adoptivo no vive más con ellos, porque en los últimos años se metió en “transas y choreos”. El hijo por su parte quiere trabajar, pero no logra resistirse, de vez en cuando, a acompañar a este padre y su banda en algunas correrías, lo cual preocupa fuertemente a toda la familia, que hace lo posible para “rescatarlo” (significante insistente entre los pibes del lugar). Los adictos dicen querer rescatarse de “la base”, otra palabra clave. En esa atmósfera densa, en la que habían dejado de hacerse acusaciones mutuas y en cambio flotaban fuertes resentimientos contra los padres ausentes, la madre desplegó el relato de sus orígenes. Hija de un arriero que no cobraba en plata, sino con el usufructo de una pequeña parcela en el campo de su patrón, donde criaba algunas vacas y animales de corral con los que se alimentaban y cuyo excedente vendían. 
Hablaba de ese padre con una ambivalencia que se acercaba mucho a la bivalencia descripta por Enrique Pichon-Rivière. Recordaba con rencor sus maltratos, abandonos y desamparos, a la vez que lo alababa por su decisión de mandar al hermano mayor con su hermana menor a la Capital Federal, a trabajar y tratar de encarrilar a esa chica, púber, que hacía desastres en el pueblo.


Ella hablaba de ese hermano con mucho cariño, a la inversa de la menor, de la que hablaba con odio. Ya acá, él trabajó en un frigorífico mientras la más chica seguía en sus correrías, ahora en la gran ciudad. Cierta vez el hermano se apareció en el campo diciéndole al padre que no podía con la chica, que ahora le había dicho que estaba embarazada. El padre le ordenó internarla en un colegio y él volvió dispuesto a hacerlo. En este momento del relato, la voz de la mujer, que siempre aparecía gritona y demandante, comienza a quebrarse; los ojos se le ponen vidriosos, y una lágrima tenue se derrama de su comisura izquierda. Relata que el hermano volvió a Buenos Aires y le comunicó a la hermanita que iba a ejecutar la decisión del padre. Ella le contestó que, entonces, iba a contar que la criatura era de él. Recordé a la hija menor, ausente en esa reunión y que había logrado transformarse en el blanco para el ataque de todos los demás. El hermano mayor de la señora se ahorcó. A esta altura del relato, la señora temblaba. Le pregunté por qué no se animaba a llorar, que no era ningún pecado. Igual se contuvo, pero respiró más tranquila. Por esa noche, era suficiente y nos fuimos. 

Obviamente, no hay divanes. El tratamiento personal se hace a la noche en la calle, en el asiento delantero del auto de un pastor luterano. Pasan por él, de a uno, la serie de hermanos. Por ahora, en ninguno de los casos sale de una catarsis quejosa sobre los otros miembros de la familia. Combinamos con reuniones familiares en las que mantenemos el secreto de lo escuchado en el Confesionario y en las que de un modo u otro la escena se multiplicaba. Recién en esa última reunión, se pudo pasar a revisar los orígenes y sus horrores.

jueves, 24 de enero de 2013

Un adolescente de 17 años murió en manos de una patota

Jonathan Fat, de 17 años, murió ayer, luego de haber sido atacado el lunes por un grupo de jugadores del equipo de fútbol del Club Mercedes. Le pegaron golpes de puño, le arrojaron la bicicleta y lo golpearon con una baldosa en la cabeza. Seis detenidos.
 

En la noche del lunes, un grupo integrado por seis jugadores de fútbol del Club Mercedes, de la localidad bonaerense del mismo nombre, atacó a golpes de puño, patadas y con objetos contundentes a dos chicos de 17 años, uno de los cuales falleció ayer en el hospital en el que estaba internado. El joven fallecido, Jonathan Fat, había llegado al hospital en estado de muerte cerebral. Su padre, Eduardo Fat, dijo que el amigo de su hijo le contó que “los miembros de esta patota estaban sentados en la vereda”, cerca de una de las dependencias del club. “No sabemos si hubo una discusión previa, alguna patada, algún dicho o algún golpe de puño (de parte de los dos chicos), pero el asunto es que ellos les siguieron pegando hasta llegar a la esquina”. Uno de los golpes recibidos en la cabeza por Jonathan Fat habría sido aplicado “con un ladrillo o con una baldosa”. El padre, conmocionado por lo sucedido, relató que “estos grandotes”, por los agresores, “no se conformaron con pegarle con los puños, le pegaron con una baldosa en la sien. Ellos son mayores de edad, son inmensos, son deportistas. Lo dejaron en estado de muerte cerebral”.

La madre de la víctima, basándose en lo que pudo contar el amigo de su hijo, que también está muy golpeado, hizo saber que la discusión se generó cuando los jugadores que actuaron en patota comenzaron a increparlo a Jonathan porque él llevaba “una camiseta de Boca Juniors”. La mujer precisó que tiene referencias “por lo que dijo el otro chico, que ellos dos iban caminando por la vereda de enfrente y le empezaron a gritar (a Jonathan) ‘puto’, ‘gato’, ‘sacate esa remera’. Mi hijo tenía una de Boca, era fanático de Boca, y le dijeron ‘sacate la remera’ y lo escupieron”.

El episodio ocurrió cerca de la medianoche del lunes, pero el chico fue internado en el Hospital de Mercedes recién a las dos de la madrugada del martes, porque “la policía y la ambulancia tardaron mucho en ir a buscarlo”, denunciaron los padres. Llegó al hospital con traumatismo de cráneo y un hematoma en el parietal derecho, producto de los golpes recibidos. Cuando lo internaron “tenía un cuadro de paro cardíaco y debido a la golpiza tenía un cuadro de muerte cerebral”. El padre agregó que estaba “muerto en vida, lo mantenían con un aparato que lo hacía respirar porque el cerebro estaba muerto”.

La madre sostuvo que, además de golpearlo con los puños, los seis atacantes –que fueron detenidos–, “hasta le tiraron por la cabeza la bicicleta que llevaba Jonathan. Estas personas tienen sangre de asesinos”, señaló la madre del joven fallecido.
La policía hizo saber que el episodio ocurrió cerca de la medianoche del lunes en la calle 27, entre 22 y 20, de Mercedes. Al parecer, los dos chicos habrían tenido un altercado verbal con los seis jugadores de fútbol, quienes comenzaron a golpear con suma violencia a los dos adolescentes.

Los seis detenidos, entre ellos un colombiano, son jugadores del Club Mercedes, fundado el 12 de mayo de 1875, lo que lo convertiría, de confirmarse la fecha, en la más vieja de las instituciones futbolísticas en actividad en el país. El año pasado, el club, que fue 19 veces campeón de la liga local, se clasificó para jugar el Torneo Argentino B.

Según la madre de Jonathan, durante la pelea, los agresores utilizaron baldosas, hierros y cuchillos de cocina. “Uno agarró a Jonathan y le pegó con un fierro en la espalda, él salió corriendo, patinó y con la misma bicicleta que tenía se la dieron en la cara. Vino otro, agarró un pedazo de baldosa y cuando estaba en el piso se la dio por la cabeza”.
Luego del ataque, Jonathan Fat fue llevado al hospital local, donde falleció en la madrugada de ayer, como consecuencia de los golpes recibidos. Los padres de Jonathan aseguraron que la atención médica que recibió su hijo “fue tardía porque la ambulancia llegó horas después de lo sucedido”. Los apresados tienen entre 21 y 25 años y quedaron detenidos a disposición de la UFI 2 de Mercedes, a cargo de Leandro Marquiegui, para ser indagados por el delito de “homicidio en riña”.

“Pido justicia porque Jonathan tenía 17 años y tenía tres criaturitas. No tiene antecedentes de ninguna clase, nunca robó, no se drogaba, era común y corriente y salía a bailar y como todo chico peleaba, pero nada de hacer cosas graves”, concluyó la madre. Además del jugador colombiano que está preso, están en la misma situación otros jóvenes que tienen entre 21 y 25 años, procedentes de distintos lugares de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad de Rosario.

La policía confirmó que entre “cinco o seis jóvenes se tomaron a golpes con dos adolescentes y la pelea terminó cuando uno de los chicos quedó desvanecido en el piso, tras ser golpeado con una baldosa en la cabeza”. Las primeras actuaciones se hicieron en la comisaría de Mercedes, con la carátula de “lesiones graves en riña”. La causa fue luego recaratulada por la Justicia como “homicidio en riña y lesiones graves”.
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La cultura patriarcal, aún construye modelos de varones violentos. Un joven de 17 años que enfrenta a una patota, no importa que sean 5 o 6, el los debe enfrentar, porque para eso es "hombre". Los otros jóvenes deseosos de marcar territorio y darle una lección, por que ellos son "hombres", no se cuestionan que son más, que los van a lesionar, solo descargan su ira, hasta que lo matan!!!
Me pregunto:
- 17 años padre de "TRES criaturitas" . ¿Que tipo de paternidad ejercería a los 17 años?  Si sus hijos/as ??? no son producto de un emabrazo múltiple, este joven fue papá por primera vez a los 14 años mínimo!!! ¿Algo falló en su educación sexual?
- "Era un chico común y corriente" - dice la madre - "salía a bailar y como todo chico peleaba"  -¿Será que salir a bailar y pelear es común? ¿Hasta dónde esta naturalizada la violencia?  

Una vida  de apenas 17 años llegó a su fin, y cinco o seis jóvenes más, parece ser que alguno hasta "deportista" pasarán algunos años en la cárcel.... Las consecuencias colaterales permitirá que muchas personas estén sufriendo por esos varones jóvenes que emepzaban a ser "hombres" y tres "criaturitas" estarán sin papa biológico.

VIOLENCIA un flagelo para transformar!!!
Malena Manzato
 

lunes, 7 de enero de 2013

Formando Preventores y Preventoras Sociales

La importancia de capacitarse!!!!
Abordaje de las situaciones de Violencia familiar

Las Violencias, en cualquiera de sus manifestaciones, es un problema no solo personal, familiar, sino social. Con graves repercusiones en la salud física, mental y espiritual de las personas víctimas y aún de los/as victimarias. Motivo por el que es de suma importancia conocer metodologicamente herramientas para su intervención.

Como Equipo Interdisciplinario psico-socio-legal-pastoral y educacional, desde la experiencia adquirida en todos estos años de asistencia, priveligiamos la PREVENCIÓN .

Como todos los veranos ponemos a disposición de toda persona interesada en conocer màs de èste flagelo que es la violencia familiar: TALLERES que se dictaràn desde una Plataforma Institucional Virtual
.

  1. Intervención con Varones agresores
  2. Noviazgos sin violencia
  3.  Maltrato y Abuso Sexual Infantil
  4. Violencia Familiar y Participaciòn Ciudadana

Esperamos que puedan ser de utilidad para cada persona que así lo crea.




martes, 1 de enero de 2013

FELIZ AÑO 2013


 Como Equipo nos comprometemos un año más para seguir trabajando por la No Violencia. Feliz Año para todos y todas las personas que nos vienen acompañando y apoyando en ésta lucha silenciosa de buscar equidades e igualdades entre varones y mujeres.

FOTO: (Por orden de aparición): Juan José Barreda Toscano;  Raydel Romero Cabo; Jorge Riverón; Analía Riverón; Stella Maris Campo; Matías Gutawski, Patricia Quintana; Graciela Gimenez; Malena Manzato; Vanesa Pérez, Gabriela Boada; Daniela Branchifforti; Pablo Almeida; Carmen Umpierrez; Ruth Polanski; Margarita Enrriquez; Andrea Candía. 


REFLEXIÓN: 
Henri Nouwen de Aquí y Ahora: Vivir en el Espíritu

"Un nuevo comienzo! Tenemos que aprender a vivir cada día, cada hora, sí, cada minuto, como un nuevo comienzo, una oportunidad única para hacer nuevas todas las cosas. Imaginemos que pudiéramos vivir cada momento como un momento preñado de vida nueva. Imaginemos que pudiéramos vivir cada día como un día lleno de promesas. Imagina que podíamos caminar a través del nuevo año siempre escuchando una voz que nos dice: "Tengo un regalo para ti y no puedo esperar para que lo vean! Imagine!

¿Es posible que nuestra imaginación nos puede llevar a la verdad de nuestras vidas? Sí, se puede! El problema es que permitimos que nuestro pasado, que se hace más y más grande cada año, nos comunica: "Ustedes saben todo ya, han visto todo, sean realistas, su futuro será otra repetición del pasado. Traten de sobrevivir lo mejor que puedan "Hay muchos zorros astutos saltando sobre nuestros hombros y susurrando en nuestros oídos la gran mentira:".. No hay nada nuevo bajo el sol ... no se dejen engañar "

Cuando escuchamos a estos zorros, con el tiempo  le damos la razón: nuestro nuevo año, nuestro nuevo día, nuestra nueva hora llegan a ser grises en vez de llenas de colores, aburridos, planos y sin nada nuevo.

Entonces, ¿qué vamos a hacer? En primer lugar, debemos enviar a los zorros de vuelta a sus hoyos debajo de la tierra donde pertenecen: en sus trincheras. Y entonces tenemos que abrir nuestras mentes y nuestros corazones a la voz que resuena por los valles y colinas de nuestra vida diciendo: "Te voy a enseñar donde vivo en medio de mi pueblo. Mi nombre es "Dios-con-tigo." Yo les enjugará todas las lágrimas de tus ojos; no habrá ya muerte ni más, y el luto ni más ni tristeza. El mundo de lo viejo ha pasado "(Apocalipsis 21:2-5).

Debemos optar por escuchar esa voz, y cada elección nos abrirá un poco más para descubrir la nueva vida escondida en el momento, esperando ansiosamente para nacer."