Biblia
y Dignidad de la persona
Algunas
cuestiones bíblicas sobre la
Trata de Personas
“Los dignatates” es decir las personas consideradas dignas,
eran solamente las de la aristocracia, aquellas
que tenían poder, estatus y riqueza. El resto de la población, o sea la mayoría
de las personas, eran llamadas “humiliores”,
es decir los humildes, en el sentido de los de abajo.
La dignidad entonces era
selectiva, pertenecía a cierto sector privilegiado de la población y se heredaba de acuerdo a un
linaje especial, así en los tiempos del imperio romano, la dignidad era
sustentada por el status, la riqueza y el poder. Los “humiliores” eran, por lo contrario, los no dignos. Esta connotación aún perdura en nuestro
imaginario social, sólo leer, escuchar o mirar cualquier medio de
comunicación y tendremos muchos ejemplos
al respecto. Una “propietaria, digna,
con empleo o profesión y cierto poder económico” no puede entender que “su empleada doméstica acceda a un
terreno por un plan social para construir su vivienda”. Así vamos teniendo acercamientos a la
dignidad excluyente porque en algunos
casos, aún perdura el sentido aristocrático de “los dignatates”. Entonces
nos encontramos con dignidades diferentes. Dignidades negadas.
José Ignacio González Faus, teólogo
español, jesuita y sacerdote, afirma que la imagen de Dios implica la dignidad
de la persona humana y esto “implica un
elemento de grandeza y misterio absoluto en el otro, que exige respeto total,
que impide la condena radical y prohíbe la manipulación” , si se acepta
esta aseveración continúa diciendo “
no por temor ni por comodidad, sino por
algo que nos lo exige desde dentro,
estamos confesando que hay en el misterio de los demás una verdadera imagen de
Dios”, la cual implica, agregaría
en lo personal, el respeto a la verdadera dignidad humana.
En La Biblia
podemos ver a Job apropiarse del don de esa dignidad humana y de la lucha por
su reconocimiento pleno, reducido a la
miseria extrema, con hambre, mal oliente, abandonado y lleno de llagas, en su
deseo se ve caminando cómo un príncipe hacia el Tribunal de Dios para hacer su
defensa. (Job:35-37)
Si el tiempo nos permitiera cada uno/a
podríamos contar de nuestro caminar diario los testimonios de personas que sufren y que en su
entereza caminan con dignidad a pesar de las y los “dignatates”. Caminar con dignidad aún en el medio del
basurero, del dolor, del desamor, de la violencia, de la comercialización de
sus cuerpos, del trabajo esclavo, de la exclusión social, de la indiferencia.
Como cristianos y cristianas, además es caminar como hijos e hijas
libres, irradiando la luz que hace brillar la justicia y la bondad de Dios. Esa justicia
y bondad que nos debe llevar
entender que en la dignidad de las personas no debe haber forcejeos
mercantilistas.
La “trata de personas” es una forma moderna de esclavitud y
mercantilismo. En la actualidad millones de personas en todo el mundo son
víctimas. Las técnicas utilizadas por
los traficantes y las formas en las que el tráfico se manifiesta son variadas,
pero existe algo común en todos ellos: la explotación de personas por otras
personas. Siendo sus víctimas principales las mujeres, niñas, niños y en menor
número hombres. Las Naciones Unidas definen trata de personas como:
·
“Reclutamiento, transporte, traslado,
albergue o recepción de personas, por medio de la amenaza o uso de la fuerza u
otras formas de coerción, secuestro, fraude, engaño, abuso de poder o de una
posición de vulnerabilidad, o de la entrega o recepción de pagos o beneficios
para lograr el consentimiento de una persona, teniendo el control sobre otra
persona, con el propósito de explotación. La explotación incluye, como mínimo,
la explotación de la prostitución de otros u otras formas de explotación
sexual, trabajo o servicios forzados, esclavitud o prácticas similares a la
esclavitud, servidumbre o extracción de órganos.”
La trata de personas es contraria a los principios de libertad y
dignidad. La explotación de los seres humanos deshumaniza a las personas que son traficadas, recompensa la inhumanidad
de los traficantes y debilita la estructura moral y social de la sociedad a
gran escala. Restaurar la dignidad de las personas que han sido explotadas no
es tarea fácil, muchas de ellas no logran superar el trauma.
Mujeres y hombres hemos sido creados a imagen de Dios. Todas y todos somos valiosos
para El, pues tenemos un lugar especial en Su creación, en el Salmo 8:5- “Nos has hecho poco menor que los ángeles y nos ha coronado de gloria y
de honra”. La Biblia enseña que nadie
debe ser explotado/a o dañado/a. El Salmo
10 describe la maldad de los que entrampan a otros y el Salmista clama a
Dios para que intervenga. Este Salmo es tan pertinente ahora como en el tiempo
en que fue escrito, muchos años antes del nacimiento de Jesús. Joel 3:3 dice: “y echaron suertes sobre
mi pueblo, y dieron los niños por una ramera, y vendieron las niñas por vino
para beber.” (Reina-Valera 1960)
Jesús enseñó que ninguno debía
vivir en cautiverio físico o espiritual. Él dijo: “Que el Señor le había enviado a pregonar libertad a los cautivos, y dar vista
a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable
del Señor.” (Lucas 4:18-19, Reina-Valera 1960). Él estaba citando a Isaías 61:1-2. Más adelante, en el
mismo capítulo encontramos estas palabras: “Yo,
el Señor, amo la justicia, pero odio el robo y la iniquidad.” (v. 8, Nueva
Versión Internacional). En
consecuencia, cristianos y cristianas
somos llamadas a trabajar por la
eliminación de todas las formas de injusticia,
por lo tanto de todas las formas de
trata de personas. Somos llamados y llamadas a dignificarnos y
dignificar a las personas.
Las violaciones y asesinatos de mujeres, la violencia familiar, el abuso
sexual infantil, etc. etc. etc. nos entristecen y preocupan pero
no siempre somos capaces de ver el problema como consecuencia de postulados
sociales, como el de que el “hombre es cabeza/jefe del hogar” y por lo
tanto la mujer es casi un ser inferior. Ese dogma de la superioridad masculina
no hace sino profundizar esta triste realidad.
Jesús trató a las mujeres y a los niños y niñas, como personas DIGNAS,
con respeto y en plano de igualdad. En la sociedad actual, machista y patriarcal nosotras/os los y las que decimos ser sus
seguidores deberíamos hacer lo que el Maestro nos legó, deberíamos estar en la contracorriente de la injustica, en la
contracorriente de los “dignatates”
a igual que lo hizo Jesús. El machismo es una ideología de la cual todas
y todos somos víctimas y que, por lo tanto hombres y mujeres debemos combatir.
Tener actitudes e ideas que busquen reivindicar el respeto y la
dignidad de las personas.
Permitirnos que hombres y mujeres reflejemos nuestra identidad de ser “imagen y semejanza
de Dios” , el cual es el origen de toda dignidad humana
Hombres y mujeres debemos aprender y redescubrir el rol de la
mujer en los tiempos de Jesús y de las primeras comunidades cristianas,
para poder reinterpretar y recrear el papel que debe tener la mujer en la
sociedad y en la iglesia actual y… el lugar del hombre en equidad e igualdad de
derechos.
Aprender de aquellas mujeres que vivieron en la invisibilización real
de la cultura patriarcal de la época de Jesús.
El lenguaje androcéntrico y los textos escritos en la mayoría por
hombres las han silenciado por siglos.
Les propongo pensar y redescubrir a cinco discípulas paradigmas del discipulado
apostólico:
1. María, madre de Jesús.
2 y 3. María
y Marta de Betania
4. La Mujer de Samaria
5. María Magdalena
1. María, madre y
seguidora (Jn 2:1-12; 19:25-27).
Poco es lo que el Evangelio nos habla de
María, la madre de Jesús.
En el Evangelio de Juan sólo dos veces
aparece claramente. Pero podemos entender, de estas dos veces en que aparece,
que María estuvo siempre muy cerca de Jesús.
Podríamos pensar ¿Y cómo no lo haría así
una madre? PERO, por lo que sabemos por los sinópticos, María tenía plena
conciencia de que Jesús debía ser especial, de que tenía un llamado singular de
Dios. Posiblemente no entendió totalmente al principio, pero poco a poco,
dejándose en manos de Dios, fue comprendiendo.
En
este primer pasaje del Evangelio de Juan, María aparece cerca de Jesús atendiendo a las
necesidades de los demás, descubriendo lo que hace falta. De este modo, María
nos enseña a estar pendientes de las necesidades de los/as otros/as. Ve,
percibe, se percata, e intercede. Y no en favor propio, sino para el bien de
los demás.
En
la segunda aparición, al pie de la cruz, es una escena conmovedora.
Debió ser muy duro acompañar a su hijo hasta la muerte cruenta, ignominiosa, en
la cruz. Pero ahí estaba. Corrió peligro, pues no era permitido a familiares y
amigos/as llorar a los ajusticiados.
No se alejó, no se escondió. Debe ser
cierto, pues coinciden en ello los cuatro evangelios. Lo que nos enseña en esta
escena es el valor y el coraje.
A pesar de las amenazas y peligros,
estuvo firme acompañando al que sufre. María
era la madre física de Jesús, y, en la boda de Caná, puede interpretarse que
hacía uso de su “poder como progenitora”
para conseguir una intervención milagrosa de su hijo. La respuesta un poco
tajante de Jesús hace pensar que, en el seguimiento, lo que cuenta no es la
filiación sino “cumplir la voluntad de Dios”. Que María fue su seguidora, además de su mamá, se confirma al pie de la
cruz, Jesús la hace madre del discípulo amado. El discípulo amado es el
prototipo del seguidor de Jesús. María, al convertirse en su madre, se hace la
seguidora por excelencia. Y el/la seguidor/a es el verdadero/a hermano/a de
Jesús.
2-3: Marta y María,
sus amigas y discípulas (Jn 11:1 – 12:8).
Una de las cosas que resalta de este
relato es la relación de amistad y cercanía que une a Jesús con Marta y María.
En aquella época, esto debía resultar extraño. Seguro que en relaciones
familiares no era tan extraño, pero lo que sorprende aquí es que no eran
familia. Y el trato de cercanía de Jesús con las dos hermanas es llamativo.
Tanto Marta como María le dicen que si hubiera estado ahí su hermano no habría
muerto. Marta tiene una conversación teológica con Jesús, lo que tampoco debía
ser corriente en las mujeres de su época. Seguro que no fue la única. En Lucas
se nos presenta a María como una discípula de Jesús en igualdad de condiciones
con los varones. El hecho de sentarse a los pies del maestro y escuchar sus
palabras denota ser discípulo/a. Que María lo hiciese con naturalidad, y que
Jesús lo valorara frente al ajetreo de Marta, indica que para Jesús no era
ninguna novedad. Esta actitud de Jesús, y de María, nos permite ver que Jesús
vio las cosas de forma distinta a lo corriente en su época. Jesús enseñó a las
mujeres igual que a los varones, “las animó a descubrir espacios que las
llenaran de satisfacción y las hicieran sentir personas con capacidades iguales
a las de los varones” (Tamez, 2001: 28).
Otra cosa que sorprende en este
relato es que hay una confesión de fe, importante por ser la primera,
incluso antes que la de Pedro, hay un milagro de resurrección y la unción de
Jesús. Juan nos permite ver el
protagonismo de las mujeres en la comunidad de seguidores/as, en igualdad de
condiciones que los varones.
Esta confesión de fe de Marta, parece
“contraponer el poder de Jesús, que da vida abundante, y el poder de la
sociedad patriarcal, que se esfuerza por controlar y suprimir” (Tamez, 2001:
31). Y “Marta estaba asumiendo la propuesta del movimiento de Jesús como
alternativa a ese poder patriarcal” (Tamez, 2001: 31).
En definitiva, estas dos mujeres nos
enseñan la importancia de la amistad, del afecto y cariño hacia los demás,
hacia la comunidad, hacia Jesús. También que el seguimiento, el escuchar la
palabra del Maestro es tarea de todas y todos. Y que la confesión valiente de
la fe es imprescindible en el seguimiento, pues la fe es adhesión personal y
decidida.
4. La Samaritana , (la mujer sin
nombre) misionera entre los no-judíos (Jn 4: 5-42).
En tiempos de Jesús, los samaritanos y
los judíos no se hablaban, no se trataban, porque los judíos consideraban que
los samaritanos eran unos impuros, pues procedían de raíz judía pero se habían
mezclado con asirios y otros pueblos vecinos. Además, los samaritanos no
reconocían el Templo de Jerusalén, sino que adoraban a Dios en el monte
Garizín. De aquí se desprende lo extraño de la acción de Jesús, que habla con
una mujer, que además de ser considerada, en su cultura, inferior por ser
mujer, era extranjera. Es decir, la
falta es doble. En palabras de Elsa Támez, Jesús fue un atrevido.
La actitud de la mujer, que no rechaza
ese diálogo con un extranjero, sino que se abre a escuchar lo que le dice, incluye
en lugar de excluir, e incluso entabla un diálogo teológico con él. Vemos en
estas dos actitudes, una disposición a abrirse a lo distinto, a romper
prejuicios.
En una sociedad y religión que se
subordina a la mujer, tanto en las manifestaciones político-sociales como
religiosas, Jesús nos quiere mostrar la igual dignidad de varón y mujer, tanto
en lo cotidiano como en lo religioso. Se podría decir que quiere descubrir las
semillas del Reino, estén donde estén. En aquellos tiempos, es impensable que
un rabí judío entablase un diálogo teológico con una mujer, y menos extranjera. “Lo que Jesús quería es que sus
discípulos y seguidores se alimentaran de una nueva realidad, basada en
relaciones humanas dignas y solidarias, que es lo que Dios, de hecho, siempre
anheló” (Támez, 2001:88).
Y por ese diálogo tan personal, en el que
Jesús le habla verdaderamente, le toca lo más profundo, la samaritana cree,
reconoce que Jesús es el Mesías.
¿Qué
hace un buen discípulo/a? Va, y lo comunica a otras personas. El
testimonio personal es importante para ayudar a otras personas a descubrir al
Mesías. Sus vecinos samaritanos, algunos, creyeron por la palabra de la mujer.
Fueron, vieron, y también creyeron. Pero entonces, ya no creyeron por la palabra
de la mujer, sino porque ellos mismos vieron y oyeron. Este relato nos enseña que
a la fe se puede llegar de muchas maneras, entre ellas por el testimonio de
otras personas creyentes, pero requiere la adhesión personal. Ser misionero/a
sería fruto de la fe personal y valiente, de haber descubierto la buena
noticia, de haber descubierto que Jesús es el Cristo, el Mesías.
5. María Magdalena,
discípula y primera apóstol (Jn 20: 11-18).
¿Por
qué Jesús habrá elegido a una mujer para anunciar su resurrección a los otros
apóstoles? María Magdalena es la única que está antes y después de la muerte de
Jesús, es decir, al pie de la cruz y en el sepulcro. Ella “descubre la tumba vacía y es, además, la primera en recibir una
aparición del resucitado. De esta
manera, es doblemente apostola, la apóstol de los apóstoles”. María
recibe el encargo del mismo Jesús, de ir a anunciar a los otros. “María es la primera testigo apostólica de
la resurrección” (Schüssler, 1989: 397).
Seguro que esto les cuesta mucho
digerirlo a algunos (o a muchos) miembros varones de las distintas iglesias.
Pero en definición del propio Pablo, ella es auténtica apóstol, pues estuvo con
Jesús cuando vivía, le experimentó resucitado y recibió de él el encargo de ir
y anunciar.
Entonces me pregunto de nuevo: ¿por qué los varones de las iglesias nos han
relegado a las mujeres? ¿No es esto anti-evangélico? María Magdalena nos enseña la fidelidad del
discípulo/a, el coraje en el sufrimiento y la persecución, la valentía en el
seguimiento, la alegría de quien ha encontrado un tesoro muy valioso y lo
quiere proclamar, la firmeza en la proclamación de la Buena Nueva. Sin
embargo nos las han hecho conocer más como la “prostituta” en vez de “apóstol
de los apóstoles”
Para terminar:
Mujeres y
varones tenemos mucho para aprender de DIGNIDAD para eso:
… debemos de tener una…
Apertura a lo
diferente
- Estar atentas/os a las necesidades de las demás
personas.
- Clamar por la justicia, el respeto y la libertad
de todas las personas
- Pensar en inclusión más que en exclusión, y
ponerlo en práctica
No basta con saber de cierta problemáticas, se trata de involucrarse,
se trata de ser “sal y luz”. Se
trata de no ser parte de injusticias. De no ser parte del sistema perverso de
trata de personas, denunciando el trabajo esclavo, de hombres y mujeres en los
diferentes talleres clandestinos, se trata de no tener empleados/as en “negro”,
se trata de pagar los impuestos. Se
trata de “no coimear”
Se trata de no consumir ni enseñar a consumir prostitución porque quien
paga por el cuerpo de una mujer o de un niño o niña, es un PROSTITUYENTE.
Se trata de decirle que no a la violencia hacia las mujeres, de prevenir el ASI,
Se trata de no ser cómplice o de callar cualquier tipo de violencia
social, institucional o eclesiástica.
…debemos de tener una….
Escucha activa
Escuchar y aprender del Maestro.
Romper prejuicios cómo lo hizo El
No discriminar
Buscar equidad e igualdad de derechos entre
hombres y mujeres
No basta la apertura, hay que saber escuchar. Ello implica olvidarnos
de nosotras/os, poder captar y descubrir las semillas del reino a nuestro
alrededor.
Romper los prejuicios que nos impiden descubrir la verdad en el/la
otro/a.
Es también una actitud básica del/de la discípulo/a de Jesús.
Una escucha acompañada por la humildad y la sencillez, como dice
Jesús: “te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se las has revelado a los sencillos” (Mt 11: 25).
… debemos ejercer….
Fraternidad
Amistad, cariño, hospitalidad, afectuosidad.
Ofrecer amor.
Amar, acompañar, a pesar de las dificultades.
Dignificar a las personas
Las comunidades de fe deberían ser algo
que se palpe en el amor que unos a otros se tienen.
El único mandamiento de Jesús es: “que se amen unos a otros como yo les he
amado” (Jn 13: 34). En el evangelio de Juan, las mujeres lo ponen en
práctica, nos enseñan que es posible. También nos lo enseñan así en la práctica
cotidiana, en nuestra propia realidad. ¿No son principalmente las mujeres las
que aman sin medida, sin esperar nada a cambio? En nuestras comunidades de fe no debería ser así.
… tenemos que ….
Confesar nuestra fe
Tener valentía para confesar la fe.
Ser fieles en el seguimiento.
Decir y hacer…
Que nuestros hechos no oculten lo que creemos
Que nuestra fe sea en todo tiempo a pesar de
nuestros errores
Saber que Jesús siempre nos da oportunidad de
empezar
El convencimiento de la propia fe, lleva
la confesión valiente de la misma, el reconocimiento explícito de quién es el
Mesías, el Señor, el Salvador. Es un reconocimiento humilde, que a su vez
invita a otras personas a querer conocer, a creer, a confesar la fe.
Es un reconocimiento que implica
esperanza, valentía, perseverancia. Las mujeres discípulas de Jesús no se dejaron
atemorizar, no perdieron la esperanza,
fueron firmes en su seguimiento.
Fidelidad en el seguimiento y valentía en
la confesión de la fe, es el mensaje de las mujeres en el Evangelio de Juan,
para las mujeres y hombres de la actualidad.
… además tenemos que ….
Proclamar las Buenas Nuevas
Cómo mujeres seguir siendo misioneras, apóstoles, discípulas…
Ser maestras, enseñar a otras.
Cómo hombres trabajar codo a codo
en un pie de igualdad con las
mujeres en el desarrollo los de TODOS los ministerios, dándonos las
mismas oportunidades que nos dio y nos da Jesús.
Jesús confió a María Magdalena el primer
anuncio. Porque sabía que su fe era firme, valiente, y que no se quedaría con
ese tesoro para ella sola. Sabía que lo
proclamaría. Sabía que compartiría su alegría, su gozo con los demás. Porque
ser apóstol no es algo teórico, es algo que sale del corazón tocado por la
experiencia del resucitado.
¿Es esto un modelo de
seguimiento?
Ciertamente.
Este es un resumen de las actitudes
del/de la “discípulo/a amado/a” que Juan nos presenta en su evangelio, de los y
las discípulas que forman una comunidad. “Esta comunidad se constituye como un
discipulado de iguales mediante el amor con que se aman los unos a los otros”
(Schüssler, 1989: 389).
Dios quiera que al pensar en la DIGNIDAD DE LAS PERSONAS
podamos pensar en un plano de igualdad porque ya “No
hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque
todos sois uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3:28)
BIBLIOGRAFIA
“Las mujeres nos enseñan en el Evangelio de
Juan” – M.Neus Edo
“Rompiendo las barreras entre el hombre y
la mujer” – Elsa Tamez y Catalina Padilla
“Religión y Género” – Sylvia Marcos
“Las experiencias divinas en los seres humanos: Gracia de Dios y
dignidad humana.- Elsa Tamez
Malena Manzato