El contenido de mi exposición tiene como eje central a los prostituidores, es decir, los sujetos que pagan en el mercado prostitucional por/para obtener placer. Esta es una aproximación amplia que nos sirve de plataforma para la delimitación, para la concreción de quiénes son, qué piensan y por qué lo hacen.
Toda explicación que se puede hacer de los prostituidores queda resumido y evidenciado en el uso de los términos empleados en prostitución.
Así, tradicionalmente se han denominado cliente y prostituta, puta, ramera,.....
¿Cómo puede ser que dos personas involucradas en un mismo acto tengan distinto reconocimiento social?. Así es, el mal llamado hasta ahora cliente, que no es más que un eufemismo que oculta el verdadero hacer, es reconocido en su necesaria existencia pero invisibilizado en su responsabilidad y desprovisto de condena social; en cambio la otra parte, la mujer en prostitución ha sido y es estigmatizada, visibilizada como responsable y condenada socialmente. ¡¡ Cómo cambian las cosas según de quien se trate!!!!, No, cómo cambian las cosas
según se sea varón o mujer.
¿Por qué identifico al prostituidor con un varón y a la persona en prostitución con una mujer?. Porque esa es la realidad mayoritaria de la prostitución y además porque este tipo de prostitución revela el papel fundamental de la mujer como objeto sexual en sociedades sexistas de pauta
patriarcal.
¿No es en sí misma esta terminología la evidencia de una violencia simbólica?. Explica Bourdieu la permanencia y la reproducción de las relaciones de dominación, de sus privilegios y sus injusticias por la violencia simbólica que se ejerce sobre los dominados y que hace aparecer como aceptables unas condiciones de existencia absolutamente intolerables. Define la violencia simbólica como “esa violencia amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento (...) del reconocimiento o, en último término, del sentimiento”.

Esta es la clave que descifra el ser y hacer de los prostituidores. La prostitución es una construcción social de los varones asentada en la desigualdad de género como una forma de expresar, de poner en práctica ideas, actitudes y comportamientos.
La desigualdad de género se sustenta en la diferencia biológica, de sexo, y sobre ella descansan entre otras cosas la sexualidad. Históricamente se han determinado comportamientos sexuales intrínsecos según se fuera varón o mujer, así, a los varones se les ha otorgado, mejor dicho, de forma más correcta, los varones se han otorgado con legitimidad social la “necesidad fisiológica sexual” que implica, según la definición del propio termino necesidad un impulso irresistible que hace que las causas obren infaliblemente en cierto sentido o aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir. Con ello se ha biologizado lo cultural, es decir, la sexualidad masculina se ha explicado y justificado por el modelo esencialista que sostiene que la sexualidad está predeterminada por la biología: la genética, las hormonas y por extensión, la anatomía y la fisiología corporal. Así, los actos sexuales son ante todo actos “naturales” y esa es precisamente la legitimidad que la sociedad ha otorgado, pero la sexualidad es una construcción social que demanda la culturalización de lo biológico.
Bajo esa idea de “necesidad fisiológica sexual masculina” se ha promovido la puesta a disposición de los varones de unos contingentes de mujeres que según cada época ha respondido a unos intereses.
¿Quién es prostituidor?, es aquel varón que paga por el uso/abuso de la genitalidad de la mujer u otras partes de su cuerpo a fin de obtener placer, dentro de una prostitución entre adultos heterosexuales. Placer que instrumentalizado a través del sexual es en simultáneo o en primacía psicológico. Placer psicológico en el ejercicio del poder en una situación asimétrica, estando caracterizada porque el ser prostituidor es una opción mientras que el ser mujer prostituida es una obligación, o para aquellos que les suene totalitarista, el ser mujer prostituida tiene un grado mínimo de voluntad, de libertad, es una voluntad restringida delimitada por coacciones
(estructurales, microsociales y/o individuales), y por tanto, la acción se convierte en forzada/forzosa.
El prostituidor está desprovisto de estigmatización social en el sistema prostitución porque su conducta está naturalizada, biologizada por su “necesidad sexual”. Ésta es la piedra angular para entender su invisibilidad, les hemos convertido en víctimas, en víctimas de su naturaleza y por lo tanto les hemos quitado la responsabilidad de sus actos, no pueden controlar las respuestas que producen sus hormonas, su bioquímica, la rebelión interna de sus espermatozoides.

Bueno, ésta ha sido la tradición heredada culturalmente creada por las sociedades patriarcales, los mitos y leyendas construidos para reproducir y reforzar la defensa tradicional de la supremacía masculina basada en el razonamiento determinista biológico, en la interpretación interesada del dimorfismo sexual, en el que se ha incluido también la esfera de la sexualidad. Es la justificación a los actos de los dominantes.
No hay nada más planificado, voluntario y racional que la conducta del prostituidor, ¿por qué? Porque su conducta está limitada por factores externos, estos factores son fundamentalmente dos, la disposición de tiempo y de dinero, con ello ya podemos proceder a la acción que variará en función de la tipología de prostitución seleccionada, medio abierto y medio cerrado. ¿Es entonces la conducta del prostituidor natura o nurtura?, es claro que no es innata sino adquirida, no es necesidad sexual diferenciada sino voluntad individual.
Es precisamente la voluntad individual la que impide la tipologización del prostituidor, no hay rasgos característicos ni definitorios que nos permitan hablan de la categoría prostituidor. Si realizamos una sencilla operación matemática podremos comprobarlo cuantitativamente. ..
- Tomemos la cifra en que se cuantifica el número de mujeres prostituidas en España (es aproximada): 300.000 ..
- Multipliquémosla por tres servicios diarios cada una: 900.000 ..
- ¿Cuántos servicios en una semana? (vamos a multiplicar solo de lunes a viernes ya que los fines de semana disminuyen): 4.500.000 ..
- ¿Cuántos servicios al mes?: 18.000.000 ..
- ¿Cuántos servicios al año? (quitando fiestas, Semana Santa, vacaciones de verano y Navidades, son diez meses): 180.000.000
-
Escalofriante ¿no?, entonces ¿hay una tipología de prostituidores?. No.
Cualquier hombre es un potencial prostituidor.
No hay nada más cultural que la conducta del prostituidor, transmitida, aprendida e integrada en su repertorio de conductas, porque se han socializado con la tradicional ideología masculina. Su conducta está tan integrada que ha pasado a formar parte del mundo del trabajo y del ocio. Del trabajo porque parece que es la rúbrica a un contacto empresarial o la firma de un negocio. De ocio porque se ha integrado dentro de la ruta del ocio como un elemento más, necesario para el disfrute del tiempo libre. Pero esta conducta tiene una característica, es silenciada en el entorno más próximo, es comentada y compartida exclusivamente con los que se saben prostituidores activos, la experiencia pasa a ser un elemento integrador grupal, de pertenencia, se comparte esa experiencia transgresora, pero aún cuando se comparte, la realidad se deforma, se informa de las consecuencias (fue divertido, la mujer era... hicimos... me hizo... sentí... me entraron... duró...) y no de las causas, se comparte el exterior y no el interior, la masculinidad y no la individualidad.

Ahora voy a parar, ya no voy a ser yo la que hable sino ellos, los prostituidores, a los que hemos entrevistado para conocer su ser y hacer. Pero antes un dato más para acercarnos en la imaginación a la realidad, para entender la esencia, de qué se trata.
En la investigación realizada sobre el prostituidor hicimos 100 observaciones, es decir, observamos a cien prostituidores que habían elegido la prostitución en medio abierto y sólo quiero revelar un dato, la duración del contacto. La moda son 5 minutos, es decir, es el valor más repetido de la muestra, el tiempo de duración del contacto sexual que ha empleado el mayor número de personas.
De las entrevistas en profundidad estructuradas mantenidas con 15 prostituidores, uno de los primeros aspectos que nos sorprendió es que ante la pregunta general de opinión ¿qué piensas sobre la prostitución?, todos manifestaron una actitud más que una opinión. Una actitud de defensa del “yo como prostituidor”, sus respuestas han sido sus justificaciones, así las podemos agrupar en dos fundamentalmente:
.. se justifica su “hacer” porque otros están, y además están de manera libre, como un trabajo más, es una opción laboral que la mujer elige libremente para
vivir, es un derecho de las mujeres.
o “Yo veo bien que se ganen la vida de alguna manera, sin hacer daño a la gente
claro, porque yo no veo que hagan daño a la gente ni a nada” (Antonio, 54 años,
divorciado, con tres hijos, con pareja en la actualidad, se inicia sexualmente a
los 19 años con una mujer prostituida en un club. Ahora su tipología principal de
prostitución es abierta y acude tres veces al mes)
.. se justifica su “hacer” por ser el propio prostituidor una víctima de su
condición de hombre, por ser dependiente de su naturaleza (necesidad sexual) y
no de su voluntad.
o “La prostitución es absolutamente necesaria. Es algo absolutamente
necesario en esta sociedad y en las futuras, puesto que evidentemente si no
existiera prostitución vendrían graves consecuencias de represión psicológica
(...) los hombres tienen unas necesidades fisiológicas muy fuertes, la
eyaculación” (Jose Luis, 56 años, divorciado. Acude por primera vez a la
prostitución a los 25 años. Hoy su tipología de prostitución es cualquiera, acude
dos veces a la semana)
Cuando les preguntamos la opinión sobre ellos como clientes y sobre los otros clientes, todos han calificado y clasificado a los clientes, han diferenciado entre “malos clientes”, en donde están los otros hombres, y “buenos clientes”, en el que se incluye siempre el entrevistado.
o “Pues hombre hay auténticos cerdos, yo no, (...) Hay auténticos cerdos que
utilizan los servicios de estas personas y estas personas tienen su dignidad, esta
gente que ejerce la prostitución” (Fernando, 50 años, casado y con un hijo. Su
primer contacto con la prostitución es a los 27 años. Utiliza la prostitución
cerrada, acude tres veces a la semana)
o “Hay personas que son prudentes y vienen aquí a desahogarse como Dios
manda y...hay otros que vienen aquí nada más que... ha hacer sufrir a las
personas, que es muy diferente venir aquí a desahogarse y otros que vienen
aquí a hacer perrerías” (Jorge , 77 años, acudió por primera vez a los 18 años. Su
preferencia en tipología es abierta y su frecuencia ‘cuándo puede porque el
aparato está hecho polvo’, acude con un sobrino)
Curioso fue encontrar que la mayoría de los entrevistados identifican el ejercicio de la prostitución “obligado” a la condición de ser mujer inmigrante, no aceptan el tráfico y declaran no haber estado nunca con mujeres traficadas a pesar de haber estado todos con inmigrantes. Aquí están algunas respuestas, curiosas, contradictorias todas ellas:
� “Yo normalmente prefiero extranjeras, me gustan las rusas, las ucranianas,
subsaharianas, marroquíes, colombianas, brasileñas (...) no, no he estado con
mujeres traficadas” (Pedro, 47 años, separado pero en la actualidad con pareja
estable, conviven. Su primer contacto es a los 34 años. Acude con una
frecuencia de dos a cuatro veces al mes, a cualquier tipología de prostitución)
� “De las chicas que hay aquí en la Casa de Campo ninguna está traficada, no,
porque yo conozco a esas mujeres, yo conozco a estas polacas que yo las veo
buenas chicas” (Jesús, 40 años, soltero sin pareja. Se inicia en el contacto con la
prostitución a los 23 años. Prefiere la prostitución en medio abierto y acude una
vez al día)
� “Yo hablo mucho con ellas y tal, de muy buena onda, y muchas veces lo que
me dicen es que pues que vienen...bueno son muy reacias a hablar de ello, muy,
muy, muy reacias porque tienen miedo de verdad, pueden llegar a enseñarte
lesiones y todo, patadas en el vientre y barbaridades” (Juan, 31 años, soltero sin
pareja. Se inicia en el contacto a los 27 años. Acude a prostitución cerrada una
vez al mes)
� “Hay unas que están obligadas a hacerlo por las mafias que hay y las historias
que hay (...) yo les pregunto mucho y me dicen que las obligan, tiene que pagar
lo del viaje que les ha costado venir aquí o lo que fuera y ya está, tienen que
hacerlo por cojones” (Alejandro, 32 años, separado, sin pareja. Se inicia a los 16
años. Prefiere la prostitución abierta y acude cada quince días)
Si una de las razones de ser prostituidor es la ausencia o insatisfacción sexual, oigamos que dicen de ello:
� “Yo no he sentido un placer especial haciéndolo con una prostituta....lo único
que la prostituta te ofrece un tipo de servicios que tu novia no está dispuesta a
hacer” (Javier, 35 años soltero, sin pareja. Se inicia a los 35 años. Prefiere la
prostitución cerrada, acude una vez por semana)
� “Una mujer que no se dedica a la prostitución y eso, pues lo haces con ella
y...lo haces mejor que con estas, está más claro que el agua, lo haces más a
gusto, más todo (...) Es preferible estar con una de las otras antes que con una
de estas (...) te da otra satisfacción estar con una mujer que no es prostituta que
estar con una de la calle “ (Jesús, acude una vez al día)
� “Siempre ha sido más satisfactorio con alguien por cariño, he tenido siempre
mucha más satisfacción y me han enseñado más cosas de eso (...) hoy en día las
prostitutas de sensibilidad y artes amatorias no tienen ni idea” (Pedro, dos a
cuatro veces al mes)
� “Es menos placer con una chica de éstas porque no...no puedes ni besarla, ni
la puedes agarrar. No, no son cariñosas” (Alejandro, cada quince días)